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| | | | Quienes educan en sexualidad | | Sin ninguna duda son los padres los primeros y legítimos educadores sexuales de sus hijos. Pero: ¿dónde nos formamos los adultos de hoy?. Generalmente en la calle, con los amigos de la misma edad con los mismos interrogantes, en el club, etc. pero siempre en la clandestinidad. Pocos han sido los que tuvieran la suerte de contar con adultos bien informados y formados a quienes preguntar. | | Silvia Inés Darrichón - Sexóloga Educativa |
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Ante esta realidad no bastan las buenas intenciones para educar a nuestros hijos, nadie nos enseñó como hablar del tema con ellos, tampoco lo hicieron con nosotros. Por eso hacemos lo que podemos, generalmente quedando librado al buen criterio del adulto. Es hora de que las instituciones educativas comiencen ha hacerse cargo del tema no solo con los niños/as sino también con sus padres. Generando espacios donde grupos de adultos compartan sus preocupaciones, temores, dudas. La educación sexual debe abordarse en espacios abiertos con los adultos, en un permanente diálogo, que lleven a la búsqueda de soluciones en conjunto. El educador en este caso debe brindar los conocimientos actuales sobre la sexualidad, coordinar el debate y permitir que cada familia resuelva los temas a partir de la información, de acuerdo a sus principios.
Acordar tareas conjuntas padres y docentes es imprescindible para el desarrollo de una buena educación sexual de los niño/as.
Cuando no hay una adecuada formación docente, desde la sexología como ciencia donde se encuentran los elementos naturales y la cultura; abarcativa de variados aspectos, por ejemplo: jurídicos, morales, culturales, biológicos, psicológicos, antropológicos, etc., y se ve desde uno de estos únicamente, desde la postura particular del educador sea padre o docente, según su experiencia de vida, se procura transmitir lo deseable o no, lo que se hace es Socialización Sexual.
Dice el Dr. Héctor Segu: La ética sexual debe incorporarse a las nuevas conductas y pautas de vida. La labor educativa deberá ser el foco de atención de la reforma del conocimiento de la sexualidad y de la ética sexual, y deberá cumplirse en dos partes: la ayuda de la familia como condición principal y el tratamiento que podamos brindar a los adultos. El creciente esfuerzo puesto en tratar de comprender el desarrollo emocional del bebé y del infante y no inundar sus mentes de fantasías y suposiciones grotescas nos parece prometedor. En la actualidad ya se nota una tendencia generalizada a brindar a los niños/as una guía sana y una clara información sobre el misterio de la existencia, del amor humano y de todo lo que con ello se relaciona, dándoles así material adecuado para construir fantasías reales y socialmente integradas y protegiéndolos de entrar en el terreno de la psicopatía donde no solo está la distorsión de la sexualidad sino también otras conductas asóciales.
Si no tomamos en serio esta responsabilidad, los niños/as tendrán que recurrir a elementos extraños, tomados fuera del ámbito familiar y escolar que darán lugar a fantasías apoyadas sobre bases defectuosas, perdiendo la oportunidad de integrar a su sexualidad ideas de afecto y de responsabilidad social.
La educación sexual procura el conocimiento de los aspectos físicos, psicológicos, emocionales, espirituales y sociales en las relaciones humanas. De este modo la sexualidad se proyecta como una parte importante en el conjunto de vivencias y experiencias de la vida. Le permitirá incorporar su sexualidad al proceso armónico de maduración que le facilitará relacionarse con los otros, asumir su libertad y sus responsabilidades.
La educación sexual, lejos de dañar al individuo y la sociedad, como muchos pretenden hacer creer, beneficia a ambos, porque en última instancia, la educación sexual es una educación para ser persona.
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